Txakoli REZABAL Arri
El txakoli Arri selección especial, procedente de viñedos propios de más de 50 años con las variedades autóctonas: Hondarrabi Zuri y Hondarrabi Beltza, recogido a mano. Uvas seleccionadas, en contacto con la piel «maceración pelicular» para extraer los aromas y aumentar la grasa suave del vino. Fermentación controlada parte en barricas y parte en depósitos de acero inoxidable a bajas temperaturas, ensambladas en una crianza sobre sus lías. Este vino evoca un sabor típico del Atlántico, vino fresco y versátil, con aroma afrutado y sabor.
La bodega Txakolí Rezabal ubicada en Zarautz y perteneciente a la denominación de Origen “Getariako Txakolina”, cuenta con la más avanzada tecnología, utilizando los métodos más tradicionales. En definitiva, la tradición de siglos atrás preserva las características del producto, y la tecnología se pone al servicio de la calidad, con el fin de extraer su máxima riqueza a unas uvas privilegiadas que han sobrevivido a través del tiempo. Antes sus abuelos, después sus padres, y ahora los hijos, es una hermosa herencia que exige no solo dedicación sino afecto y cariño. El aitona (abuelo) puede estar tranquilo porque sabe que volverán nuevas podas, se plantarán nuevas cepas, se recogerán de nuevo los racimos y seguirán fluyendo los mostos.
La configuración del suelo, estructura y composición, marcarán el soporte y le darán las primeras notas de su persona- lidad. Las tierras sobre las que se asienta el viñedo son areniscas y se presentan en estratos con otras arcillosas, constituyen- do unas configuraciones denominadas facies flich cuya formación tuvo lugar en la era terciaria. Forman tierras muy com- pactas que retienen la humedad, por ello se buscan y eligen laderas para que no se produzcan estancamientos de agua que ahoguen las raíces.
El segundo factor que interviene es el micro-clima existente que se caracteriza por su clima suave, ausencia de heladas y abundantes lluvias. Todo ello condiciona la búsqueda de laderas orientadas al sol naciente buscando a la vez el recoger el máximo de sol y la protección de los vientos fríos del oeste y noroeste. La cercanía del mar con sus vientos y la suavidad de su clima logran el marco ideal. En este marco físico se inserta la base del Txakolí, que es la cepa, la vid.
Los sistemas de plantación son tanto de espaldera como las de emparrado altote de aproximadamente 1,80 metros y es ésta la forma que consigue que haya mayor insolación y que el fruto cuelgue y esté ventilado. La estructura de soporte se basa en estacas de madera y unos alambres- guías que forman un toldo que cubren la cepa y hacia los cuales se guían los brazos de los mismos.
En invierno la vid permanece en reposo y la savia apenas circula por sus brazos; momento elegido para efectuar la poda, operación delicada que probará la habilidad y sabiduría del podador, ya que de ella, de su extensión y orientación, dependerán en parte las características del fruto que se obtengan. Hacia marzo, hacen aparición las primeras yemas. Hacia mayo comienza la floración. La vid se autofecunda y da lugar a pequeños racimos que a finales de la primavera marcan la explosión de verdor que va cubriendo poco a poco el espacio y creando un manto verde que cubre las viñas y que junto al azul del mar configuran es espectáculo del viñedo.
La vendimia se produce desde los comienzos de octubre y dura aproximadamente de diez a quince días. Todo el esfuerzo de un años se halla a la vista listo para su recogida. Los vendimiadores se dirigen hacia las 16 hc. de la propiedad con tijeras alargadas y debajo de los parrales son cortados los racimos que cuelgan y poco a poco, se van llenando los cestos que, a su vez, son cargados en los tractores. La vendimia se va desarrollando de las zonas más soleadas y maduras a otras cuya maduración ha sido más tardía. El ciclo ha terminado y comienza otro por el cual el bodeguero Ander Rezabal recibe en sus manos la vendimia.
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